¿PORQUÉ NUESTRO APU SE LLAMA MAMALLUCA?

El tesoro desconocido de nuestra herencia

Proyecto Supay Wasi
16 min readJun 24, 2022

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Por Patricio Barría. En: Boletín Mamakocha & Andes nº2 (ISSN 0716–971X)

“Y así, adoraban en la mayor parte de todos los cerros; en unos porque había uacas, en otros porque tenían memoria [de] que allí había el demonio hablado con sus pasados, o los había atemorizado…”

(Bartolomé Álvarez 1588 /Extirpador de idolatrías)

Mamalluca es uno de los cerros más renombrados en todo el Valle de Elqui, Región de Coquimbo — Chile. Desde la Ciudad de Vicuña, este Apu, se eleva portentoso hacia el naciente. Sin embargo hay un desconocimiento total sobre la historia y cultura alrededor de este importante cerro. Convertido en ícono turístico de la comuna, además alberga en sus cercanías un observatorio astronómico que lleva su nombre.

El Valle de Elqui — como valle transversal que corre desde la Cordillera de los Andes hasta la mar — tiene dentro de sus características más significativas que desde La Serena y hasta la ciudad de Vicuña, los cerros que acordonan el valle no superan los 1.000–1.500 metros sobre el nivel del mar, pero inmediatamente al este de la ciudad de Vicuña, se produce una subida abrupta: los cerros se elevan repentinamente por sobre los 3.000 metros de altitud (Paskoff, 1970). Algunas teorías científicas sobre este levantamiento o escalón cordillerano se explican, con base en la existencia de una falla geológica denominada Falla Vicuña, la cual sería causante de este rasgo morfológico, y cuya actividad se habría desarrollado hace unos 40 millones de años (Dediós, 1967; Mpodozis & Cornejo, 1988; Pineda & Emparán 2006). Los primeros cerros que componen este portal montañoso son el Mamalluca, el Porotos, Negro y el Porongo, por la banda norte; y el Peralillo, Paranao y Toro (o La Campana) por la banda sur del valle. Esta particular configuración geológica recibe la denominación local de Portal del Valle o El Portal, en algunos relatos que hemos recopilado localmente.

En este pequeño texto daremos nuestra perspectiva sobre el significado del topónimo Mamalluca — desde la evidencia lingüística, la memoria oral, la evidencia arqueológica y los archivos históricos.

El Guamalluca

La persona que más ha contribuido al estudio y difusión de la toponimia indígena de la región es Herman Carvajal Lazo, quien en su libro titulado Vicuña y la Toponimia del Valle de Elqui, entrega la siguiente explicación:

“MAMALLUCA, (2), (Var.: Mamayuca, Guamayuca, Guamalluca), cerro y loma . Vocablo de indudable etimología quechua, pero sumamente difícil de precisar. Las posibilidades: waman, m. gavilán, halcón, ‘ave de rapiña’ (Cf. Lira), o wama o wamakk, ‘cosa extraña, fuera de lo acostumbrado’ (Cf. Lira) no nos convencen, sin contar el segundo formante, lluchca, ‘cosa lisa o resbaladiza’ (Cf. Mossi y Middendorf), que tampoco es convincente o apropiado a las características geomórficas del cerro. // Lluchka, ‘adj. borroso, como una moneda gastada’ (Guardia Mayorga).”

Podemos apreciar, como el autor, ha encontrado dificultades para traducir el topónimo, aunque considera indudable su adscripción al quechua. A partir de esta encrucijada trazo un camino interpretativo que nos sumerge en las profundidades del tawantinsuyo elquino.

En los derroteros de habitar este territorio me he encontrado con el siguiente plano que pueden ver a continuación:

Para la realización de estas cartografías se recurre a antiguos mapas que se encuentran depositados en el Conservador de Bienes Raíces. En este plano de la Comunidad Agricola Diaguitas -Uchumí podemos encontrar que el territorio aledaño al Cerro Mamalluca se denomina Estancia Guamalluca. En esta y otras documentaciones, podemos encontrar que el nombre antiguo del cerro en cuestión y el territorio colindante de denomina Guamalluca o Guamayuca.

El quechua en Elqui

Herman Carvajal sobre la importancia de la lengua quechua en la toponimia indígena del Valle de Elqui, menciona que:

“En cuanto a la aportación relativa de las lenguas amerindias, la mayor contribución corresponde a la lengua quechua, con un 45% de voces. A su vez, los vocablos mapuches cubren un espectro de un 31%. Sumadas ambas lenguas mayoritarias arrojan un guarismo de 76% de léxico quechua y mapuche; en consecuencia, más de las tres cuartas partes de los topónimos amerindios del Valle son vocablos o quechuas o mapuches”

Sabemos que la lengua quechua llegó al territorio, durante la incorporación de Coquimbo — nombre antiguo para todo el territorio elquino y zonas aledañas — al Tawantinsuyo; o sea su incorporación al tejido social, político y espiritual, tramado y ordenado desde el Cuzco. Pero también sabemos que la expansión de la lengua y cultura quechua no terminó con la llegada de los españoles. La estrategia de evangelización hispana consideró la utilización de las lenguas francas indígenas — las lenguas mas extendidas y comunes en los diferentes territorios — para poder transmitir los preceptos del cristianismo, sin tener que adaptar las prédicas a todas las lenguas nativas existentes. Producto de lo anterior es que su nombre pudo ser originado, tanto en épocas prehispánicas como coloniales. Para dilucidar este tema, vamos a analizar si es que podemos encontrar evidencias de relaciones incaicas en este cerro.

Arqueología del Mamalluca

Se sabe que todo el Valle de Elqui y la región fue parte del Wamani de Coquimbo o “provincia” incaica de Coquimbo. Sin embargo las investigaciones arqueológicas en nuestro cerro eran inexistentes hasta hace muy poco. Las evidencias de la presencia inca conocidas previamente — más cercanas al cerro en cuestión — corresponden al cementerio Inca-Diaguita de San Isidro. Según el “Diccionario Jeográfico de Chile“ de 1924, el pueblo actual de San Isidro corresponde a un antiguo “pueblo de indios” y antes de la fundación de la ciudad de Vicuña era el centro poblado más importante de la zona. Debido a esta evidencia es posible plantear — provisoriamente y siguiendo la opinión de Marco Arenas — que el antiguo asentamiento inca se ubicó en las cercanías del pueblo San Isidro — que dicho sea, se encuentra a los pies del Mamalluca (ver Mapa 2).

En los últimos años, la zona del Cerro Mamalluca, está siendo estudiada arqueológicamente por Marco Arenas, quien hizo publico su trabajo denominado: El Apu Mamalluca y la marka del inka en el Valle de Elki. Este autor hace las primeras descripciones de estructuras arqueológicas y evidencias de petroglifos en el sitio Corona del Rey (ver mapa 2). En una pequeña loma o mogote en la falda del cerro y ubicado en una ruta de ascenso hacia su cumbre, se aprecian varios bloques de petroglifos, junto a otras evidencia arqueológicas, como restos cerámicos y estructuras de piedra, organizados en un “sendero o camino ritual” que culmina en unas plataformas de piedra en la cima del cerro y que podría constituir un posible santuario de altura de filiación incaica :

“Existe una antigua ruta de ascenso a la cumbre del cerro Mamalluka a la cual se accede por el sector de la quebrada El Cebollín, una de las dos cortas quebradas que flanquean el brazo sur central que se desprende prácticamente desde la cumbre del cerro, rematando al sur en un espolón a los 1.000 m de altura. Desde este espolón, denominado El Atalaya, el camino sube a la cumbre por un antiguo sendero, que a veces se pierde, pero que siempre se orienta por la “cuchilla” o divisoria de aguas, hasta alcanzar la cumbre. En sentido contrario al Atalaya, se baja en una recta inclinada con unos 100 m de desnivel, de orientación nor-noroeste, hasta una vertiente y una plataforma artificial antigua que se encuentran al borde del lecho de la quebrada, para bajar, en sentido contrario, en línea recta por el flanco oeste de la quebrada, con un desnivel aproximado de 300 m, hasta la cota del canal de agua que corre paralelo al río Elki. En este sentido, el camino desarrolla un primer zigzag entre el punto de acceso, la vertiente de agua dulce y El Atalaya, proyectándose desde este punto hasta la cumbre. En el trayecto se identifican varios rasgos inmuebles de carácter arqueológico que permiten levantar la hipótesis que nos encontramos en presencia de un camino, de uso actual para el ascenso a la cumbre del cerro Mamalluka, el cual coincidiría con un antiguo sendero ritual de acceso a la “infraestructura” cultural y los sitios ceremoniales de altura.” (Arenas 2021)

Junto a esta evidencia de la presencia inca en el Apu Mamalluca, podemos añadir el siguiente registro de un petroglifo ubicado en una cota más baja al sitio estudiado por Marco Arenas y que es de indudable adscripción al Período Inca (ver abajo).

A esto, agrego los registros que hemos realizado junto a Marco Arenas — de nuevos sitios con petroglifos de probable adscripción inca — me refiero al sitio Agua Grande o las Minillas y al sitio el Sauce, ubicados en el mapa 2, a continuación pueden ver fotografías de algunas de estas manifestaciones rupestres.

Con toda esta evidencia, podemos plantear que hay una gran marcación arqueológica — del Periodo Inca-Diaguita — en la materialidad del Cerro Mamalluca. Según Marco Arenas:

“La identificación del cerro Mamalluka como un cerro sacro para la cosmovisión andina, descansa en una serie de datos que sugieren que el Mamalluka es un cerro Apu, un cerro de jerarquía para los antiguos habitantes del valle, y que, dentro de una estrategia de dominación simbólica, el inka lo resemantizó y resignificó, dentro de patrones andinos, compartidos o no por las poblaciones locales.”

Con estos datos sobre la mesa podemos pensar en la denominación Guamalluca para el cerro y su sector aledaño, como parte de la integración de esta zona al Tawantinsuyo en épocas prehispánicas.

El cerro que tiene Waman

En su traducción del Mamalluca o Gamalluca, Hérman Carvajal, entrega como clara posibilidad que sea un termino compuesto con la palabra waman, palabra que traduce como: “gavilán, halcón, ‘ave de rapiña’ ”, sin entregar mayor información al respecto. Siendo las otras partículas que acompañan el termino waman, difíciles de interpretar.

Como se ha señalado la traducción de waman es águila o halcón, y en el caso de nuestro territorio serían aves como el tiuque, el peuco y otras rapaces diurnas. Estas aves representan el espíritu de los cerros en la ontología andina — de ahí a que el termino waman esté íntimamente relacionado con los cerros. Producto de esta tradición, es que encontramos incontables cerros que llevan el nombre waman, desperdigados por todos los Andes, tal como nuestro Mamalluca.

Es de suma importancia agregar que en la época inca, waman o wamani — además de águila — era el nombre que se le daba a una división organizativa del tawantinsuyo. Dentro de cada suyo — en que se dividía el mundo conocido — autores como Rowe (1946) han descrito la existencia de provincias denominadas waman o wamani, asociadas a un cerro de tipo waman, que irradiaba su prestigio en todo el territorio que abarca esta provincia o wamani.

José Luis Pino Matos (2017) plantea que más que una provincia, entendida a la manera europea, vale decir como una territorialidad cerrada y estática — haciendo un estudio de los cerros wamani en el Perú actual y analizando las evidencias de la historia inca — concluye que wamani es una red, de tipo rizomática — que enlaza los diferentes sitios sagrados de culto a los ancestros — territorios discontinuos y en diferentes zonas ecológicas, donde el papel de los caminos era muy importante al conectar múltiples redes de deidades:

“En tiempos prehispánicos, waman no solo se refería al halcón sino también al espíritu de los ancestros o a los personajes fundadores de los grupos étnicos que se transformaron en aves luego de haber emergido de sus lugares de origen (pacariscas). A su vez, se denominaba wamani a la autoridad y al espacio que poseía justamente ese espíritu, un espacio que también fue llamado wamani porque albergaba huacas, que eran autoridades ancestrales personificadas en sus representantes (ya sea apus o curacas), o a las momias o ídolos de esas huacas con las cuales el Inca, en calidad él mismo de huaca, establecía, mantenía y renovaba alianzas y vínculos de parentesco mediante rituales de reciprocidad que le permitían disponer la realización de las grandes obras comunales. Por esta razón, en la época inca, algunos espacios considerados wamanis tenían sus autoridades religiosas (“hechiceros como sacerdotes”) y estaban en las rutas principales del Camino Inca: eran llamados, por ejemplo, Vilcas Guaman, Guaman Xauxa, Taya Caxa Guaman, Anchi Cocha Guaman, etc.”

En los Andes, el espacio se concibe como sagrado, un territorio poblado de ancestros, espíritus y dioses. En el espacio territorial es donde se encuentran las pacarinas o pacariscas, los lugares por donde emergen las almas de los humanos, antes de hacerse carne y el sitio por donde emergió el primer ancestro fundador de cada comunidad humana en específico. Las huacas pacariscas eran consideradas progenitoras de las comunidades humanas, las cuales veneraban y cuidaban este lugar, que es fundamental para su cultura y espiritualidad.

La relación entre las pacarinas o pacariscas y los wamani es fundamental. Para entender esto podemos recurrir, por ejemplo, al mito de origen de los incas recogido en 1575 por Cristobal de Molina, que menciona que las naciones fueron creadas por el “Hacedor” en Tiahuanaco, y una vez hechos, estos fueron sumergidos en la tierra, para posteriormente aparecer, por toda la tierra, en diferentes cerros, lagunas, esteros, al pie de un árbol, etc.

Entonces cada comunidad humana sale de un punto específico del territorio. El primer ancestro que sale por la pacarina es entonces, el denominado waman, el cual se convierte en piedra y se manifiesta además, a través de las “águilas”. Entonces cada pueblo conoce y venera su punto de origen o pacarina.

Podemos considerar entonces la importancia del Cerro Mamalluca, desde un punto de vista andino, como el lugar desde donde emergió el primer ancestro que dio origen a la comunidad de humanos que habita el territorio. De ahí la importancia que el Inca le otorgó a este cerro y el asentamiento a sus pies en el pueblo de San Isidro, así como la instalación del camino ritual, mencionado por Marco Arenas, que comienza en una línea marcada por petroglifos y estructuras de piedra para concluir en la cima, donde unas plataformas de piedra existentes, podrían significar la existencia de un santuario de altura para la realización de los grandes rituales de capacocha.

En este sentido, podemos agregar evidencia etnográfica, que he obtenido en mi pueblo Pullayes, que menciona una relación directa entre los ancestros denominados “los Primeros Antiguos” y los cerros del territorio:

“…los cerros son los Primeros Antiguos, cuando hubo un aluvión universal murieron todos los antiguos, solo quedaron vivos los que se escondieron en los cerros, son los mismos cerros. A mi me enseñaron desde chiquita que los cerros son personas, acá tenemos al cerro La Nariz y al frente al Memo…ahí, mírelo usted, tiene la nariz, ahí los ojos, ahí la boca, se ve clarita la forma de gente. El otro día, cuando llovió, era lo mismo que ver a una persona que se lavaba la cara. Los cerros son personas y por eso tienen mucho poder, porque están de antes que todos…”

Creo que este relato actual, junto con otros que he recopilado, implican una manera local de entender la ancestralidad de los cerros y que esta pudo existir desde antes de la llegada del Inca como parte de una manera propia de ser y estar en los Andes, que fue incluida — quizás por la razón o quizás por la fuerza — en el entramado de ancestros sagrados del Inca.

Otros relatos de la memoria inca en el territorio, son la Historia de las Tres Tribus (Barría 2019), en que se narra la existencia de un camino que comunicaba, por el mismo Valle de Elqui, un grupo indígena de Marqueza con los diaguitas y llegaba hasta una zona donde vivían los Incas en la alta cordillera, al pie de cerro Doña Ana.

También un relato recopilado por el folclorista Caupolicán Peña, en el vecino pueblo de Rivadavia, menciona la existencia de un camino por el cual venían los incas y que al llegar al pueblo de Rivadavia realizaban una veneración al Cerro Porongo (ver Mapa 2).

Otro relato que he recopilado, menciona la existencia de un tesoro de la Princesa Inca a los pies del Cerro Mamalluca, ubicado exactamente en la Aguada Arqueros (ver Mapa 2).

Podría decir que una de las memorias indígenas más persistentes en la actualidad, en nuestro territorio, es la memoria de la presencia inca.

Wamanyuq

Para finalizar esta propuesta interpretativa sobre nuestra historia, voy a proponer algunas posibilidades para completar la traducción del término Mamalluca-Guamalluca-Wamanlluca.

— Wamanyuq (Cerro con Waman): El subfijo yuq implica posesión . Por lo tanto se podría traducir: cerro con waman, cerro que tiene waman.

— Wamanyuraq (Waman Blanco): yuraq o yuraj es el color blanco en quechua. A los pies del Mamalluca existe un cerro denominado Tofo y que prosigue subiendo la ladera del Mamalluca, con el nombre de Loma Tofo (ver en mapa 1). Tofo en Chile es el nombre que se da a una arcilla refractaría de color blanco. En general, se puede decir que el Cerro Mamalluca contrasta su color claro con el cerro denominado Negro que se encuentra inmediatamente al norte (ver Mapa 2).

— Wamanichoqa (Waman de la izquierda): el dualismo u organización en mitades es una de las características que más destacan en la organización social andina. Los incas ordenaban usando términos como hanan saya (mitad alta) y hurin saya (mitad baja), uma (próximo al agua) y urco (próximo al cerro), allauca (derecha) e ichoqa (izquierda). En este sentido Wamanichoqa pudo significar que estamos en la presencia de un cerro que es waman de una parcialidad en específico. Como ejemplo de este tipo de división podemos mencionar al reino preincaico de Huánuco (Perú) que estuvo conformado por 3 sayas: Allauca, Ichoqa y Huamaní, cada una de estas sayas se dividía en parte alta y parte baja; algo similar sucedía con el reino Huari que se dividía en Ichoc-huari y Allauca-Huari. En un artículo que he publicado anteriormente (Barría 2019), explico que la división en mitades que encontraron los españoles a su llegada al Valle de Coquimbo (Elqui) pudo tener su hito de demarcación — entre la saya o mitad de la parte alta y la saya de la mitad baja del valle — en el Portal del Valle de Elqui, que es el punku o puerta que se abre al este de la ciudad de Vicuña, entre los cerros Mamalluca y Peralillo. En este sentido interpretativo, la montaña en cuestión correspondería al wamani de una de las parcialidades del Valle de Coquimbo o Elqui (ver Mapa 2).

— Wamantupa (Waman del encuentro/choque/topamiento): tupa significa choque, topar, encuentro en una de sus acepciones (Barrios et all. 2014). En la ontología andina el tupay o tinkuy, son ritualidades realizadas en el centro de las dos sayas o mitades de los ayllus. En este sentido, y siguiendo la propuesta del Portal del Valle de la interpretación anterior, el territorio del Cerro Mamalluca, como Wamantupa, sería el lugar delimitado para el choque y topamiento ritual entre las mitades del territorio. Estas ritualidades son tecnologías para equilibrar el orden socio-político y ecológico entre la comunidad de los humanos y los ancestros, propiciando la unión de los opuestos y la continuidad de la vida. La existencia del emplazamiento inca, justo en el inicio del Portal o Punku elquino, desde San Isidro subiendo por el sendero ritual descrito por Marco Arenas, significaría una monumentalización de esta división en mitades o sayas, como se aprecia en el Mapa 2.

La traducción de topónimos indígenas siempre ha sido una empresa complicada, sobre todo considerando que quizás hace algunos centenares de años que ya no se usa la lengua quechua en este territorio. El paso del tiempo y su traspaso a palabra escrita van modificando la voz original, entre otros factores.

De todas las posibilidades de interpretación planteadas me quedo con la más sencilla: el Cerro Mamalluca es un cerro que tiene Waman o sea un Wamanyuq.

En este recorrido escritural sobre nuestro Mamalluca, podemos encontrar un gran tesoro de nuestra herencia e historia nativa. Este tesoro necesita ser atendido por nosotros y terminada la devastación de este Apu y su alrededor, producida por la ignorancia y la pequeñez espiritual. Estos son, solamente, los primeros ladrillos para la reconstrucción de nuestra memoria, falta todo por conocer y recordar.

Pullayes, 1 de Abril de 2022

Referencias

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